El cuerpo como zona de sacrificio; economía política y libidinal del malestar.

 Lo que se etiqueta como malestar psíquico está relacionado con la precarización de la vivienda y el trabajo, de los vínculos y los afectos, de la misma existencia. 
La medicalización de la sociedad terapéutica tapona los interrogantes. 
Tapona el pensamiento. Tapona la acción. 
Es el “como si nada” de las autoridades universitarias frente al caso de suicidio, 
pero con otro lenguaje
Nunca pasa nada. / Acacio Puig
La verdadera catástrofe es que todo siga igual.
(Walter Benjamin) 

Una chica se arroja al vacío desde la duodécima planta de la facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid. El decanato decide continuar las clases como si nada, aconsejado supuestamente por un equipo de psicólogos. Se diserta y se toman apuntes mientras levantan el cuerpo de la chica. Sus compañeros y otros estudiantes protestan, logran interrumpir el silencio. 

¿A quién se le ocurre que lo mejor, cuando sucede algo así, es reproducir la normalidad y no hablar? Negar la palabra, el intercambio de palabras, precisamente lo único que puede curar algo, como sabemos desde Freud. Esa chica decidió quitarse la vida a primera hora de la mañana en el lugar donde estudiaba, ¿acaso no hay nada que pensar al respecto? Seguir igual es no responder de ninguna manera a su gesto. No acogerlo de ningún modo. Reducirla a la nada por segunda vez. 

La Facultad de Geografía e Historia fue la mía durante muchos años como estudiante, pero no recuerdo nada parecido. Los tiempos han cambiado mucho desde entonces, a la vez veloz e imperceptiblemente. La presión neoliberal al rendimiento ha transformado nuestras sociedades en profundidad. Los adolescentes y los jóvenes hablan hoy de síntomas, medicaciones y terapias con total soltura, como en otros tiempos hablábamos de porros, motos y chupas. 

La normalidad no es ningún refugio que haya que proteger, sino justamente el nido de la serpiente. Lo que hay que interrogar y pensar radicalmente. Desgraciadamente, el “negacionismo” de todo lo disruptivo, de las señales de daño psíquico, social o ambiental, no sólo es un atributo de la extrema derecha, sino transversal a todas las ideologías políticas. Una cuestión de sensibilidad, no de ideas

¿Aprenderemos a ver y leer esas señales? ¿A detener el maldito “como si nada” de la normalidad mortífera para pensarlas juntos y hacernos cargo?

Economía política del malestar 
Necesitamos cambiar el mundo, no que nos mediquen para soportarlo.
(Pintada)

Los llamados problemas de salud mental atravesaron con la pandemia la barrera del sonido y empezaron a ser audibles públicamente en sociedad. Durante muchos años, distintos autores, grupos y movimientos pensaron la extensión del malestar psíquico y anímico paralela a la transformación neoliberal del mundo, dando así la voz de alarma. Ahora se ha creado un nuevo cargo en el Ministerio de Sanidad, el Comisionado de Salud Mental, con el objetivo de “rebajar el sufrimiento en la sociedad”. 

Las declaraciones de Belén González, la primera comisionada, impresionan. Por lo que señala y por su análisis. Allí donde sólo se ven problemas de salud mental, ella invita a pensar una cuestión política y social. Es un desplazamiento decisivo de la mirada. Lo que se etiqueta como malestar psíquico está relacionado con la precarización de la vivienda y el trabajo, de los vínculos y los afectos, de la misma existencia. 

El lazo con el otro está frágil o deshecho, las comunidades barriales o laborales apenas existen. Sin colectividad ninguna a la que acudir, se va al médico. El malestar habla el lenguaje de la salud mental porque es la única vía legitimada para expresarse, conseguir una baja laboral, ser escuchado y tenido en cuenta. Pero lo que se presenta como un caso de estrés o ansiedad tiene mucho que ver con un jefe cabrón o el trabajo cotidiano en un lóbrego sótano. 

El problema es que el lenguaje médico individualiza y despolitiza lo que es común y colectivo. Trata de resolver por la vía del diagnóstico y la medicación lo que requeriría una transformación social de las estructuras sociales. Tapona la escucha singular del malestar (y el tratamiento específico) a través de categorías y soluciones a priori

El malestar no es algo que deba ser “curado” a toda prisa y de cualquier modo, sino en primer lugar interrogado. No se trata simplemente de contenerlo o aliviarlo, sino de escucharlo y acompañarlo. Porque el malestar habla, nos habla, nos está hablando de la necesidad de cambiar las condiciones de vida. Es la señal de que algo no anda bien en la organización de la vida colectiva. 

“No es depresión, sino deserción” dice Franco Berardi (Bifo). Lo que se clasifica como problema de salud mental es una protesta silenciosa contra el estado de las cosas. No estamos deprimidos, sino en huelga. Una huelga de nuevo tipo, existencial, humana, que aún no encuentra su forma política, su modo de compartirse. 

La medicalización de la sociedad terapéutica tapona la pregunta. Tapona el pensamiento. Tapona la acción. Es el “como si nada” de las autoridades universitarias frente al caso de suicidio pero con otro lenguaje. 

Economía libidinal del malestar 
¿Qué tenemos que curar? No lo sé con precisión, pero al menos esto
en primer término: la enfermedad de querer curar.
(Jean-François Lyotard)

Los planteamientos de Belén González, que retoman otros como los que Guillermo Rendueles lleva exponiendo hace décadas, me parecen impecables en términos de “economía política”: la precarización, la explotación y la atomización social resultante como causas objetivas del sufrimiento. 

Propongo ahora complementar este enfoque con un análisis “en economía libidinal”. ¿Qué significa esto? Pensar la dimensión deseante, psíquica y anímica de nuestra sociedad. Preguntarnos por la relación entre capitalismo y deseo. Las causas subjetivas del malestar. 

¿Cómo aparecen las cosas, cómo experimentamos la vida, qué nos hace vibrar? El malestar tiene también que ver con una relación con el mundo. Con la interiorización de las lógicas de rendimiento y competitividad. No sólo somos víctimas pasivas o inocentes de la vida-mercado, sino también sus agentes activos y entusiastas incluso. 

Hoy el mandato de productividad pasa adentro. ¿Adentro de qué? De nosotros mismos. Cada cual reproduce el sistema que nos daña al tomarse a sí mismo como capital humano que gestionar: capital-cuerpo, capital-erótico, capital-imagen, capital-visibilidad, capital-relaciones, capital-contactos, capital-proyectos, capital-ideas, capital-salud y capital-capacidades. 

La presión al rendimiento y la competitividad nos hace vibrar. La demanda de hipercomunicación e hiperexpresividad encuentra en nosotros un eco. El mandato de productividad se apoya en nuestros ideales de perfección y de control, en nuestros ideales del yo. Por eso también hay gente con buenos salarios que sufre psíquica y anímicamente, como analiza David Graeber en su Trabajos de mierda

El movimiento del capital, según lo analiza Marx, busca siempre la expansión: siempre más productividad, rendimiento y competitividad, independientemente del bienestar, la satisfacción y la felicidad de los sujetos. En esta lógica autónoma, los territorios, los recursos y las poblaciones aparecen como inmensas zonas de sacrificio. Zonas a devastar y consumir a mayor gloria del imperativo insaciable de la ganancia. 

Nosotros mismos, cuando nos identificamos íntimamente con el capital, obedecemos también esa lógica de siempre-más. Y nuestro propio cuerpo aparece entonces como una zona de sacrificio. Sacrificio de los vínculos y los afectos, de la satisfacción y la felicidad, del reposo y el descanso en la persecución insensata del beneficio, la exigencia y la autoexigencia, la culpa y la deuda. 

Nuestros padres y abuelos sacrificaron el cuerpo a través de la represión disciplinadora y autoritaria. Hoy lo hacemos mediante la movilización total, la optimización y la maximización, la gestión empresarial de uno mismo y la marca personal. Una renuncia al cuerpo –a sus inclinaciones, ritmos y altibajos propios– ya no por represión y negación, sino por aceleración y autosuperación permanente. El gimnasio acristalado como nuevo altar público de la lógica sacrificial.

Es ridículo considerar a nuestra sociedad como “hedonista” cuando desconoce absolutamente el placer como gratificación y recompensa que se basta a sí misma. El consumo –el único goce que se conoce– es la compensación de una vida amputada, sin proyecto ni sentido propios, sometida al deseo del Otro, al imperativo de rendimiento y competitividad. Una compensación que, como sabemos bien por experiencia, no calma, aplaca o sacia nada. La insatisfacción es estructural. Un pozo sin fondo. 

Politizar el malestar
Para acabar con la masacre del cuerpo
(Félix Guattari)

¿Cómo aflojar el nudo de la productividad? ¿Cómo dejamos de identificarnos y vibrar con los imperativos de siempre-más? ¿Cómo salir de la lógica del sacrificio? 

Desatar el nudo de la productividad depende de la mejora de las condiciones objetivas: salarios e ingresos, condiciones y espacios de trabajo, tiempo y recursos. Pero también depende de una mutación del deseo. Primero un desasimiento del mandato de rendimiento, luego la instauración de otra relación con el mundo, una nueva experiencia de vida. 

Habría que volver a pensar a Marx con Freud, a Freud con Marx, reanudar el diálogo entre política y psicoanálisis. Sin Marx, sin crítica de la economía política y luchas sociales, el psicoanálisis se vuelve adaptativo: minimización de daños mediante el aprendizaje personal de otra relación con el mundo. Sin Freud, sin crítica de la economía libidinal y luchas de deseo, la política acaba prescindiendo de los sujetos y retornando al punto de partida, incapaz de cambio cualitativo.

Politizar el malestar es una bella consigna pero un camino difícil. El malestar es a la vez íntimo y común. La presión al rendimiento se inscribe en cada cuerpo de manera diferente, dependiendo de su historia particular, de su biografía psíquica, de sus heridas y cicatrices personales. La “clase” de los sintomáticos no existirá nunca como bloque homogéneo e identitario, sólo como trama compleja de cuerpos y voces singulares. Una conversación entre diferentes, una configuración de únicos, una banda de solistas. 

Freud llamaba “sublimación” al saber-hacer con los malestares íntimos. En lugar de padecer el sufrimiento de forma aislada, ser capaz de elaborar a partir de él algo común y compartido (una obra de arte por ejemplo). Pero se equivocaba al atribuir esa facultad únicamente a algunos artistas geniales. Cualquiera puede, y también en colectivo. Es posible pensar la politización del malestar como un trabajo de sublimación a la vez íntimo y común: salir del padecimiento individual, encontrarse y elaborar el malestar como energía de transformación. 

Politizar el malestar empieza por una pregunta: ¿Qué (nos) está pasando? Una pregunta que interrumpe los automatismos, en primer lugar el automatismo del silencio, la normalidad donde anida el mandato de productividad y competencia. Y prosigue con una conversación, un espacio-tiempo de elaboración colectiva desde lo más singular y lo más propio, desde el cuerpo y la vida dañados. Para leer juntos las señales y hacernos cargo. 

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Amador Fernández-Savater acaba de publicar Capitalismo libidinal; antropología neoliberal, políticas del deseo, derechización del malestar

Construyendo Ciudades Protectoras con la Infancia y la Adolescencia, Jornada Día M. del Trabajo Social.

 Construyendo Ciudades Protectoras con la Infancia y la Adolescencia, 
Jornada Día Mundial del Trabajo Social.

María Isabel Illescas Taboada
Ponencia Asociación GSIA.

21 de marzo de 2024
Plaza de la Constitución 5
Ayto. Getafe.






































La ONU pide a España que proteja a un chico que dice ser menor y lleva meses en prisión acusado de conducir su patera

El Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas pide a España que garantice que el chaval deje de estar recluido junto a personas adultas mientras se estudia su caso. Su certificado de nacimiento indica que tiene 17 años.


elDiario.es

Gabriela Sánchez

12 de marzo de 2024


Patera localizada cerca de Canarias, en una imagen de archivo.  Salvamento Marítimo

El Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas ha intervenido para proteger a B.C., un chico senegalés que asegura tener 17 años y lleva casi tres meses en prisión preventiva en Gran Canaria, acusado de ser el patrón de una patera, según la resolución a la que ha accedido elDiario.es. La ONU ha solicitado a España que se asegure de que el chaval deje de permanecer encerrado junto a personas adultas, como medida provisional, “hasta que cumpla la mayoría de edad” y finalice el análisis del caso en el Comité.


Aunque su certificado de nacimiento apostillado acredita su minoría de edad, el Juzgado de Instrucción Número 2 de San Bartolomé de Tirajana le mantiene en prisión tras la realización de una prueba médico-forense que concluye como “edad más probable” los “18,2 años”. Sin embargo, dicho informe no descarta que el joven tenga la edad que aparece en su documentación, dado el amplio margen de error habitual en los test de determinación de la edad. Su defensa asegura que Cruz Roja también apreció indicios de minoría de edad del chico a su llegada a Canarias.


Tras un análisis provisional del caso, el Comité de los Derechos del Niño prima la presunción de minoría de edad del chaval, un principio clave en la legislación internacional en materia de infancia, que establece que en caso de duda la persona afectada debe ser tratada como un menor. Y, por lo tanto, no cabría su permanencia en una prisión para adultos.


El chico, que dice haber nacido en 2007, alcanzó Canarias en cayuco el pasado 16 de diciembre. Para ello se desplazó en coche a la capital de Mauritania, desde donde subió a bordo de un cayuco en una travesía que duró cinco días, según si testimonio. Apelando al certificado de nacimiento apostillado y traducido por un traductor jurado, la Ley del Menor y a la recientes medidas cautelares dictaminadas por el Comité, los abogados del chico solicitan “la inhibición del Juzgado de Instrucción en favor de la jurisdicción de menores y, en consecuencia, la inmediata puesta en libertad de B. C. y su puesta a disposición de las autoridades encargadas de la protección de menores en Las Palmas”.


El muchacho lleva casi tres meses encerrado en el centro penitenciario Las Palmas II, acusado de ser uno de los patrones de la embarcación en la que alcanzó Canarias junto a otros migrantes. Además de B. C., hasta mediados de febrero había otro chico migrante que aseguraba ser menor desde el interior de prisión. En ese caso, el Juzgado de Instrucción Número 2 de San Bartolomé de Tirajana ordenó su salida tras recibir las pruebas de determinación de la edad que acreditaba su minoría de edad. Sin embargo, el mismo juzgado mantuvo en prisión al B.G.


El informe médico-forense de B.C., al que ha accedido elDiario.es, indica que “todas las pruebas realizadas indican que ha finalizado el proceso de maduración” por lo que “existe una probabilidad médica razonable de que el sujeto sea mayor de 18 años”. No obstante, el análisis forense añade que “la edad cronológica estimada del supuesto menor es compatible con la edad referida con el mismo”.


Al desembarcar en Canarias, más allá de la asistencia de Cruz Roja, los migrantes son interrogados por la Policía Nacional y por la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas. El Defensor del Pueblo ha cuestionado estos interrogatorios que se dan sin presencia de abogados. Las entrevistas “se realizan mientras la persona acaba de llegar por vía marítima, en condiciones de peligro y vulnerabilidad”, criticó el Defensor del Pueblo. El objetivo es obtener información relacionada con delitos graves como el tráfico de migrantes, la trata de seres humanos, el terrorismo o el fraude documental. Por eso, el Defensor exige que estos interrogatorios no se hagan a personas recién desembarcadas que no han sido informadas de sus derechos en su idioma. A los migrantes que entran en prisión por haber conducido supuestamente la patera se les acusa de favorecer la inmigración irregular.

HDIA, Hablando de la Infancia y la Adolescencia, Revista digital de la Asociación GSIA, marzo 2024.

 Hablando de Infancia y Adolescencia. 
La Asociación GSIA edita esta Revista de Prensa, bimensual y digital,
que analiza la actualidad recogida por los medios 
en relación a la infancia y la adolescencia, 
aportando nuestro propio enfoque 
con distintos secciones, artículos y columnas de opinión.



¡La infancia y la adolescencia en el centro de las prioridades de los Estados 
y de la sociedad! Las noticias y las investigaciones lo claman.

La exigencia de que los derechos de los niños y adolescentes – incluido el derecho a la participación – sean prioritarios para los Estados y el conjunto de la sociedad global ha sido reclamada por diversos actores sociales.
A pesar de los avances jurídicos en el reconocimiento de los derechos de estos sujetos, aún nos enfrentamos a muchos desafíos. Las noticias seleccionadas abordan los logros conseguidos en este ámbito, pero llaman la atención sobre las persistentes desigualdades sociales que sufren los niños y adolescentes, el impacto del cambio climático, las guerras y las decisiones de los adultos en la vida de esta población.
Los datos de la  Aseaf muestran que la mayoría de las comunidades españolas no cumplen la ley de 2015, que establece que los menores de 6 años no deben crecer en centros de acogida, sino recibir el afecto y la protección de una familia, sea la suya propia u otra. La falta de familias de acogida se menciona como una de las razones por las que los niños en situación de abandono son ingresados en centros. Desde un punto de vista económico, esta razón no parece tener sentido, ya que un centro infantil cuesta mucho más al mes de lo que recibe una familia de acogida al año. El artículo insiste en la necesidad de reducir la institucionalización de los niños, que repercute en su desarrollo físico, psicológico y emocional.
“[...] pone los derechos de la infancia en el centro”, afirma la ministra de Juventud e Infancia, Sira Rego, que apuesta por trasladar el modelo del Juzgado de Violencia contra la Infancia y la Adolescencia de Las Palmas de Gran Canaria al resto del país(Juzgado a cargo del Magistrado Tomás Luis Martín Rodríguez). El objetivo es que los órganos de justicia se adapten a los derechos de los niños y adolescentes a través de la formación especializada de su personal, y garanticen un espacio para que las víctimas...

En esta sección ‘Escaparate’  se retoma la interesante combinación de dos de los principios fundamentales de la Convención sobre los Derechos del Niño: la protección y la participación.
Se hace a través de un comentario sobre la participación de niños, niñas y adolescentes en la O.G. 25, del Comité de Derechos del Niño sobre los derechos del niño en el entorno digital, y presentación de una versión amigable de la misma. Este ESCAPARATE contiene también la reseña de un libro recientemente publicado sobre las infancias en América Latina.

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Su finalidad principal es la de contribuir al reconocimiento de los derechos humanos en la infancia y la adolescencia, a través del estudio, la formación, la sensibilización y la difusión de los mismos.

  

Otra vez dando caña a los jóvenes, esta vez por machistas

Donde está el problema es en los hombres supuestamente maduros, los que son el modelo donde se miran y referencia de masculinidad para los jóvenes, los que son los responsables de los contenidos que consumen en las redes sociales


elDiario.es

Violeta Assiego @vissibles

8 de marzo de 2024


Jóvenes en la plaza Mayor de Salamanca. EFE/JMGARCIA

Nadie puede negar que algo les pasa a los chicos jóvenes y a su percepción y vivencia del machismo y el feminismo. Diferentes encuestas vienen poniendo el foco en las creencias que predominan en un grupo significativo de jóvenes, varones, que tienen entre 16 y 26 años, la llamada Generación Z. Los datos parece que hablan por ellos y nos dicen que casi la mitad no se siente feminista, según 40dB; que la mitad cree que se ha llegado muy lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres y ahora se los discrimina a ellos, según el CIS; e incluso, uno de cada diez piensa que ser un hombre de verdad implica que deben tener la última palabra en su relación o matrimonio y que está justificado el uso de la violencia si se necesita, según el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación FAD Juventud.


¿Acaso son más machistas los jóvenes que sus abuelos? Eso lo que parecen sugerir todos los análisis que se hacen de estos datos. Otra encuesta, esta de IPSOS, señala que una quinta parte de los chicos de la generación Z cree que un hombre que se queda en casa para cuidar de sus hijos e hijas es menos hombre. Sin embargo, la misma encuesta viene a reafirmar un dato que se entrevé en la de 40dB, y que pasa desapercibido: más de la mitad de la población (55%) se define como feminista, –11 puntos más que el año pasado– , algo que sitúa a España como el segundo del mundo y el primero en Europa en esta autopercepción. 


¿En qué quedamos está en vaso medio lleno o medio vacío? Realmente ¿son los chicos jóvenes más machistas ahora que antes? No sé si tenemos una serie de datos lo suficientemente amplia para poder llegar a esa conclusión tal y como se plantea en muchos foros, entre otros aspectos porque no es desde hace tanto tiempo desde cuando se desagregan los datos por género, hasta para las encuestas la opinión de las mujeres ha sido invisible hasta hace muy poco. Si se echa la vista atrás y se analiza, por ejemplo, la percepción de la violencia machista en 2007, año en el que se aprobó la Ley de Igualdad, una encuesta realizada a universitarios por el Grupo de Mujeres CREA:SAFO de la Universidad de Barcelona ponía de relieve que una cuarta parte de los universitarios no consideraba violencia machista impedir que la mujer hable con otras personas, imponer la manera de vestirse y comportarse en público o que se la persiga insistentemente. Los datos no difieren tanto, y lo que sí es evidente es la polarización entre feminismo y machismo. Una polarización que alimenta y avivan los neomachistas desde la machoesfera, la fachoesfera y la terfesfera, el mayor negocio que han encontrado los movimientos reaccionarios anti-derechos humanos en años, el negocio del odio contra las mujeres, las disidencias sexuales y las personas migrantes y también racializadas.


Si nos preguntamos qué les pasa a los chicos más jóvenes sería bueno que dejáramos de analizar la información desde el adultocentrismo y la generalización. Si miramos los datos de todas esas encuestas veremos que significan algo, pero ¿son representativos del machismo entre los jóvenes o del machismo entre los hombres? Eran los amigos del presidente Sánchez los primeros que se sentían discriminados, y no creo que estos tengan 18 años.


Si trascendemos de nuestra necesidad de alarmar sobre los comportamientos de los jóvenes veremos que estos son solo el reflejo de lo que sucede en el mundo adulto que permea en ellos sus frustraciones, sus creencias, sus prejuicios y sus dogmas. Sin ir más lejos, la reciente encuesta de 40dB resulta mucho más inquietante si nos fijamos en los hombres que tienen más de 26 años que no se sienten feministas, su dato es mayor que el de la generación Z. Es aquí donde está el problema, en los hombres supuestamente maduros, los que son el modelo donde se miran y referencia de masculinidad para esos jóvenes, los que son los responsables de los contenidos que consumen estos jóvenes en las redes sociales que son su modo de informarse. Por ejemplo, El Xocas tiene 34 años, Roma Gallardo tiene 35, UTHB tiene 35, Alvise Pérez tiene 34… Todos ellos millennials venidos a más gracias al lucrativo negocio de esparcir bulos y odio con el apoyo (económico) de la extrema derecha. 


Si realmente nos preocupan los jóvenes y queremos llegar hasta ellos, preguntémosles y dejemos de contribuir a su victimización con análisis que no van a la raíz sino al síntoma, análisis que les empujan a refugiarse en esa “tribu” machista que los está esperando con los brazos abiertos para darles la identidad que les falta: la del hombre machista. En el Estado español hay muchos consejos de participación de la infancia, de la adolescencia y de la juventud que tiene las claves de cómo hacer para que los más jóvenes sean la generación menos machista de la historia. De hecho, en muchas de esas encuestas, y comparados con el resto de las franjas de edad, los chicos son menos machistas. También esas encuestas reflejan otro dato que es otra de las claves de la polarización actual, las chicas, y esto es muy importante, cada vez son más feministas. 


Esa brecha es en la que tenemos que poner foco desde los feminismos porque ellos, los chicos, programados por el mandato patriarcal desde la cuna, no saben qué hacer, ni cómo actuar, ni qué se espera de ellos cuando se encuentran con chavalas empoderadas que identifican perfectamente las violencias, quieren relaciones igualitarias (aunque todavía sueñan con un amor para toda la vida) y les ponen delante un espejo que da un reflejo que les desconcierta. No se sienten tan machistas como los ven porque se ven mejores que sus mayores, de hecho, lo son, aunque también son machistas, menos machistas, pero lo son. 


Quizá es momento de que empecemos a analizar las encuestas viendo a estos jóvenes (y adolescentes) como seres que están en proceso de madurar y crecer, de aprender, están en construcción. Quizá, seamos así capaces de distinguir a aquellos que son también víctimas de un patriarcado que los necesita para sobrevivir. Un patriarcado que se siente amenazado porque no es nada si no hay hombres violentamente machistas, especialmente ahora que cada vez hay más conciencia feminista y feministas. Prestemos atención a los marcos de debate y análisis sobre la adolescencia y la juventud, porque el patriarcado sabe perfectamente que las personas adultas tendemos a menospreciar y juzgar a los jóvenes, con eso cuenta para llevarlos a su terreno. Y cuando lo que necesitan esos jóvenes son referentes y espejos que les ayuden a encontrar una identidad no lo vamos a lograr si les reafirmamos en una condición de machistas que, por ahora, tiene más de rebeldía que de personalidad.

El tratamiento de niños y niñas en la publicidad de juguetes es cada vez más igualitario e inclusivo

Un 57,6% de los anuncios de 2024 cuentan con presencia conjunta de niñas y niños, frente a un 52% de la campaña 2022-2023. Supone un aumento importante respecto al 35,1% de la de 2021-22.

Público

Madrid, 07/03/2024


Un niño juega con sus regalos de Reyes en Valencia. Eduardo Manzana / EUROPA PRESS


El tratamiento de niños y niñas en la publicidad de juguetes es cada vez más igualitario e inclusivo. Esta es una de las conclusiones preliminares que se sacan del análisis elaborado por la Asociación de Usuarios de la Comunicación en colaboración con el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. Los datos obtenidos demuestran cómo se consolida esta tendencia a raíz de los cambios introducidos en 2022 en el Código de Autorregulación de la Publicidad Infantil de Juguetes.


Los resultados del estudio de la campaña de 2024 ponen de relieve que un 57,6% de los anuncios televisivos cuentan con presencia conjunta de niñas y niños, frente a un 52% que lo hacían en la campaña 2022-2023. Así, solo en el último periodo, la cifra aumenta más de cinco puntos. Se trata de una tendencia que se consolida, ya que en campañas anteriores este dato se situaba en torno a un tercio de las publicidades televisivas.  


En lo referente a la incorporación de las niñas como protagonistas en anuncios no considerados tradicionalmente "de niñas" también se mejora o se mantiene la tendencia. Su presencia conjunta con la de los niños en el caso de la publicidad de construcciones, maquetas y puzles es del 80% (un 80,9% en la campaña anterior) y en la de dispositivos electrónicos un 100% (93,8% en la campaña anterior). En el caso de los juguetes educativos y electrónicos, la presencia de las niñas crece significativamente: un 100% en esta campaña, frente a un 60,8% en la anterior.


En lo que respecta a la diversidad, algo más de un tercio de los anuncios de la muestra, el 35,4%, cumplen con el criterio de diversidad étnica o de origen. Esta presencia supera el 50%, al igual que en el año anterior, en aquella publicidad que cuenta con niños y niñas.


Margen de mejora


Si bien los datos avalan la eficacia del código de autorregulación, aún hay margen para la mejora. La tendencia positiva se observa sobre todo en el caso de las niñas, cuya presencia y protagonismo se extiende prácticamente al conjunto de tipologías de juguetes anunciados.


En el caso de la imagen de los niños sí cabe señalar un tratamiento más rígido y estereotipado y una mayor resistencia a visualizar su presencia y protagonismo en relación con juguetes considerados tradicionalmente como "de niñas".


Esto ocurre sobre todo con la publicidad relacionada con la estética, la moda y los complementos, con un 70% de presencia exclusiva de niñas; la publicidad relativa al entorno doméstico y familiar, con un 75%, o de muñecas/os, con un 67%.